Mensajes en botellas rotas

(1996)

 

Gente

Gente.
Pedazos de carne
con patas.
Dos cosas
que se llaman ojos.
Dos cosas
que se llaman pies.
Un boquete arriba
que llamamos boca.
Gente.
La hay de todos
los tamaños.
De todas las trazas
que se quieran
imaginar.
Gente.
Pedazos de carne
que se mueven.
Se abren.
Se cierran.
Degluten.
Evacuan.
Hacen ruido.
Se agitan.
Y un buen día
se detienen
se derrumban
se callan
y se mueren.
Pero siguen
siendo gente.
Gente muerta.
Y gente
viva.
Y gente.
Por todas partes
gente.
La mujer
a la que llamo
mi mujer
es gente.
La gente
a la que llamo
amiga
es gente.
La gente
a la que amo
es gente.
La gente
a la que odio
es gente.
Gente.
Yo soy gente.
Odio a la gente.
Gente.
Todos somos
gente.

 

Relatividad

La vida es como
despertarse
a media noche
aturdido
y confuso, absolutamente
estúpido,
forzando
ojos arruinados
para ver el reloj:
nunca sabes
demasiado bien
si son las 3 y 1/2
o las 6 y 1/4.
Y lo que es más,
a quién
coño
le
importa.

 

Me permite

«Soy yo. Estaba por aquí
abajo.
Invítame a un café.»
«Estoy un poco liado.»
«Es igual. Tú sigues
con lo tuyo y yo hablo
de lo mío
con tu mujer.»
Ji ji ji.
Qué gracia.
Y para cuando quieres
darte cuenta
la has cagado
una vez más.
«Sube, anda.
Me estaba haciendo falta
descansar cinco minutos...»

Las más elementales faltas
de educación
son las que más me han desarmado
siempre. El proverbial
«Me permite...».
Te lo sueltan
con la delicadeza
de un revólver
clavado en las costillas.
Perdone.
Me permite.
¿Puedo?
¿Molesto?
¿No te importa?
En absoluto.
Cómo me va a importar.
Y abres la puerta.
Y entran en tu casa.
Y se comen tu comida.
Y se fuman tu tabaco.
Y se beben
tu café.
Y si no se follan
a tu esposa
y le dan por saco
al perro
es por pura
casualidad.
Dos horas más tarde,
se levantan
se limpian la boca
de la jeta
y se rascan
la del culo,
eructan,
encienden un cigarro,
se meten tu mechero
en el bolsillo,
te dan un espaldarazo
y se van.
Silbando
tan alegremente
como el que sale
de una barbería.
Y tú te quedas
boquiabierto
y derrotado
en medio del desastre
y te acuerdas de su madre,
y de la tuya.
De cómo coño
pudo ser
que entre tantas cosas
inservibles
se olvidara de enseñarte
la más fundamental:
cómo cojones
decir que no.

 

Algo más épico sin duda

Las 00.30 y heme aquí
fumando hasta matarme
delante de una pantalla negra
con manchas de verde
embadurnándola.

Ahí fuera, en alguna
parte, en todas,
ensayos de cadáver
se arrastran hacia la mañana
en la estela de otra
noche vacía.

Me pregunto
qué hubiera dicho
Homero.

 

Metafísico estáis

El tipo dijo
con palabras elogiosas
que en el fondo
le agradezco:
«... he aquí el milagro
de una lírica
que se construye
en el vacío...»;
y miré los muros
de esta casa
que no es mía
y no hallé cosa
en que poner los ojos
que me ayudara
a pagar el alquiler.

Y tuve que darle
la razón.

 

Es tarde ya en la noche

Es tarde ya en la noche
y la playa está desierta.
Rompe el mar
sobre las rocas.
Un aire cálido,
espeso de salitre
y de recuerdos,
me baña la cabeza.
Cierro los ojos.
Inhalo.
Me dejo llevar.
Y luego pienso,
como casi siempre
que me pasan estas cosas,
en Proust.
Pero no he leído
a Proust.
Qué importa.
La vida es bella.
Quién necesita
a Proust.

 
Copyright © Roger Wolfe

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