Marzo

(1986)

 

Marzo

En la tarde de marzo restalla la flor de azahar
y el azul es tan vivo como en libro miniado.
El aire, a veces frío, aún recuerda el invierno
y hay sol de primavera.
Detrás de un portalón está el zaguán, un patio, la húmeda penumbra,
y en su interior un pájaro anuncia ya el estío.
Qué sorpresa ante el pájaro,
la flor, el cielo azul, el aire tornadizo.
Y este aleteo de cenizas,
su ciego afán inútil para no dispersarse en la tarde de marzo.

 

Viene el invierno

II

Noviembre ya. Qué largo y fatigoso
y qué cruel este año fue el verano.
En la terraza miro las estrellas
y en este raro instante de sosiego
pienso en mi vida: pienso en ti, mi vida.
Y sé que no sabría qué decirte
sobre los años que pasamos juntos,
sobre los que quizás aún nos esperan.
Cómo contarte que el presente es vano
si tu presencia no le da constancia.
No, no son niñerías; yo te quiero.
Y necesito, ahora que anochece,
antes que se retiren las estrellas,
amor, tu mano, aquí, junto a la mía.

 

La sala

A mi hermana María

Reflejaba el espejo de doradas volutas
la negra sillería de madera alfonsina,
los gruesos cortinajes de humedad y penumbra...
Allí claustro, retiro, paraíso de héroes
durmiendo en sus estantes, impertérrito Holmes,
ojos negros de Olalla; bajo un farol de gas
divagan personajes de Balzac y de Dumas,
Bécquer y sus leyendas surcando por los sueños
como El buque fantasma... De puntillas, el niño,
traspasaba la puerta de la sala encantada
donde pasaron horas, quizá las más dichosas
de su lejana infancia, muchas de juventud.

No existe ya la casa y sus dueños son humo.
La sala, aquel espejo, la pretenciosa estampa
presidiendo —un sarao en corte dieciochesca—
es como flor ajada en misal de una vieja.
Mas las voces aquellas de los héroes antiguos,
en insomne vigilia, nunca dejé de oírlas
junto con otras, pocas, que me dieron los años.
Antes de conocerte una tarde de Julio...
¿En qué libro, mi amor, estabas tú ya escrita?

Viejas y nuevas voces son ya parte de mí.
Y habré de consultarlas a todas fatalmente
el día sin remedio, que de puntillas vuelva
para abrir, en la sombra, la puerta de la sala.

 

Canto a Andalucía

(Con Manuel y Antonio Machado)

La humedad, algo tibia, presagia primavera
en toda Andalucía.
Veía ayer las torres de la Alhambra
y hoy el Guadalquivir, sus verdinosas márgenes,
las casas corroídas de Triana.
Aves y sal, viento de plata antigua
es la ciudad de Cádiz.
Baeza, sueño en piedra,
en desvaído almagra ya sus vítores.
Córdoba queda, más que lejos, honda.
Málaga azul, plaza de la Merced, palomas, gaviotas,
truncada catedral, belleza hendida
por el eterno tour de la canalla.
Oro viejo, Almería,
lamida por el mar y la miseria.
Y dime, Juan Ramón, ¿dónde está Huelva?
No creo que nunca Andalucía haya sido tan bella.
Es la belleza de la flor que muere
al sol abiertos ya todos sus pétalos.

 

Copyright © Fernando Ortiz

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