Nunca amigo hecho fue de tanto tiempo
(de tanto encristalar la voz y la paciencia),
vino a vino pensado,
noche a noche tenido como sueño.
Nunca un amigo tuvo tanto techo,
tanto cuadro mirándome,
tanta verdad sufriendo por delante.
Yo nunca he sido así, tan alargado,
nocturna calle estrecha en que me sigo,
y nube sobre el hombro, como un líquido.
Nunca he sido de cuerpo,
físicamente soñador, y hablando.
Pero hablar como haciendo sueño,
como dejando un río y como cosiendo espigas
que dejan una luz por cada grano.
Pero poniendo luz como ladrillos
para poder andar por cada luna.
Pero poner la mano en el sitio de la sangre;
poder decir que el corazón es algo
que no se puede hacer con los latidos
y que es un mar cogido en una mano,
y sufrir como Dios, si aquí estuviera
hombre con hombre hablando de las cosas.
Nunca he llegado a ser pan a pedazos,
mano de nadie y menos por la espalda:
he tenido una muerte cubriéndome la vida,
he tenido una rosa tirada sobre la sangre,
he tenido allí un mar de veinte golpes
que me salían seguidos por la boca.
Y también tú, como una estrella, has puesto
agua de pan sobre mi triste labio.
Vamos a ver cómo se dice
vivir, y vida, y no vivir, y acabar viviendo,
y ser de pronto mostrador mojado
porque se me ha volcado, como un vaso, la vida.
|