Mar que viene

(1956)

 

Acabar viviendo

A Jacinto Fuentes

Nunca amigo hecho fue de tanto tiempo
(de tanto encristalar la voz y la paciencia),
vino a vino pensado,
noche a noche tenido como sueño.
   Nunca un amigo tuvo tanto techo,
tanto cuadro mirándome,
tanta verdad sufriendo por delante.
   Yo nunca he sido así, tan alargado,
nocturna calle estrecha en que me sigo,
y nube sobre el hombro, como un líquido.

   Nunca he sido de cuerpo,
físicamente soñador, y hablando.

   Pero hablar como haciendo sueño,
como dejando un río y como cosiendo espigas
que dejan una luz por cada grano.
   Pero poniendo luz como ladrillos
para poder andar por cada luna.
   Pero poner la mano en el sitio de la sangre;
poder decir que el corazón es algo
que no se puede hacer con los latidos
y que es un mar cogido en una mano,
y sufrir como Dios, si aquí estuviera
hombre con hombre hablando de las cosas.

   Nunca he llegado a ser pan a pedazos,
mano de nadie y menos por la espalda:
he tenido una muerte cubriéndome la vida,
he tenido una rosa tirada sobre la sangre,
he tenido allí un mar de veinte golpes
que me salían seguidos por la boca.
   Y también tú, como una estrella, has puesto
agua de pan sobre mi triste labio.

   Vamos a ver cómo se dice
vivir, y vida, y no vivir, y acabar viviendo,
y ser de pronto mostrador mojado
porque se me ha volcado, como un vaso, la vida.

 

Hasta ahora

A Claude Hamelín

Estuve así hasta quererte:
todo cuanto me vivía
se me iba hacia la muerte.

   Hasta tenerte de carne,
viví sin ponerme vida
que no se me marchitase.

   Todo llegó con tu nombre:
me puse el sol en la boca
y ardieron mis girasoles.

   No supe lo que era tierra
hasta que mi propia vida
se llenó de tus maneras.

   Quise ponerme tu voz
y noté que, por la sangre,
me hablaba tu corazón.

 

Mal día

A Maribel Díez Tristán

Hoy se me ha levantado el alma
igual que levantan la tierra.
   No sé seguir si no es mirándote,
abierto a ti como una piedra.
   Con esta forma de tu mismo cuerpo
(que es la forma de mi tristeza),
camino en sueños sobre el agua
sin nadie que se me aparezca.
   No sé seguir si no es llevándote
tal como llevo mi existencia:
nutriéndola de voz oculta,
cubriéndola de lenta arena.
   Hoy me siento como inundado
de una obscura marea densa.

   Harto estoy de poner mis cosas
tal como son, sobre la mesa;
de desnudarme bajo el sol,
de volver a mi cuarto en pena
de nuevo a construir silencio,
polilla de mi propia tierra.
   Estoy viendo como me caigo
sin que apoyarme en nadie pueda.
   Un día viviré de bruces
sobre todo lo que no tenga.
   Te buscaré por todas las
orillas de mi mar en pena.
   Me pondré de forma que el mundo
pase por mí y no se dé cuenta.

   Será entonces cuando se acuerde
Dios de cortarme la cabeza.

 

Copyright © José Carlos Gallardo

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