El verano

(1992)

 

Homenajes

 

Mi patria

Quise ir con el Cid en su destierro,
catar el vino de Berceo en su vaso.
El firme aldabonazo de Manrique
oír, y el lamentar de Garcilaso.
Y un no sé qué que queda del de Yepes
—y cómo canta el solitario pájaro—.
Roe al tiempo el verso de Quevedo
y el Romancero lo detiene, estático.
Don Luis lo vuelve de amaranto y oro
y en Lope es fina flor abierta al campo.
Temblé con Bécquer y con Rosalía,
y respiré de Juan Ramón su Espacio.
Mairena me enseñó el amor fraterno
y, don Manuel, humor, prisa, desgarro.
Alto en sus versos y en su soledad
leí a Cernuda en mis mejores años.
¡Oh pasión de mi vida, poesía,
cómo sostienes de mi vida el paso!

 

Homenaje a Antonio Machado

Para Elena Barroso

Debajo de un olivo leí a Juan de Mairena
siendo yo aún muy joven
y sentí fraternal tu brazo por mis hombros.
Te tuve muy presente al pasear los viejos barrios:
callejuelas, adarves, tañidos de campanas,
la plaza y los naranjos encendidos
y la luz de Sevilla.
Segovia, Soria y también Baeza
las pisé contemplando las huellas de tu sombra:
pensé en quien fuiste, cómo me forjaste.
Desde San Polo a San Saturio
es el camino grato y es el Duero muy niño;
un tierno y verde río, digno de ti o de Garcilaso.
Íntima y bella sigue Soria
y el reloj de su Audiencia suena en la madrugada con sonido paterno.
Y cuando vi tu cuarto allí en Segovia
—vivía, viejecita, la patrona—
entendí de verdad lo de ligero de equipaje:
el frío helado, la pensión sombría
y tú cantando aquella flor tan huérfana.
Una tarde subí hasta el alto Espino
y pude ver en la ciudad
un libro tuyo dedicado:
«A mi Leonorica de mi alma. Antonio.»
Todavía el casino de provincias
—salas del XIX con espejos,
libros tuyos, de Ortega, de J. R. J. ...,
primeras ediciones tras vitrinas de olvido—.
¿Olvido? Pero..., ¿tu nombre no se oye?
Hablaste tú muy bajo, para ti mismo, a solas,
buscando a Dios entre la niebla siempre,
e hicieron de tu voz megáfono de feria.
Mas qué te importa a ti, que quisiste quedarte
por entre inextricables galerías.
Hay un sitio muy tuyo que aún no he visitado.
Algún día también yo iré a Colliure.

 

Algunos de mi generación

 

Las tardes

(Francisco Bejarano)

Eran las tardes demoradas, lentas,
y dejaban sus párpados caer
en somnoliento anuncio del verano.
Al fondo el mar, la mar, el mar, la mar
y su arco iris tan violento y dulce.
También el viento mueve a los olivos
en la campiña, y son sus ramas olas.
Y esa ciudad muy ancha y campesina
—ola de olivos su blancor eterno—
dejó sello y herida en nuestros ojos.
Cuánta belleza y cuánta soledad
casi fábula ya. Mas tú, Francisco
—gota de acíbar en suave néctar—,
nos devuelves Las tardes, nuestras fuentes.

 

Galería de fantasmas

(Juan Luis Panero)

I

¿Por qué si eres de una estirpe heroica
—Per Abbat, Kipling, Borges—
te lamentas en elegías?
Tous les élégiaques sont des canailles.
De esto tiene la culpa el tiempo en que vivimos, y tú que lo conoces.


II

Fitzgerald, Zelda, Drieu, Montherlant, Hemingway...
La sorda herrumbre del hastío,
las risotadas de la sombra,
más foscas
bajo la áurea luz de tus fantasmas.
Y esas copas aún sucias de la noche de ayer somos nosotros.

 

Anécdotas

 

Regalo de Reyes

Para Qué

¿Qué regalarte a ti por este día?
Pensé en un trenecito de juguete
—con gran bigote negro el maquinista—
que silbara muy alto y muy alegre
y entre su bulle-bulle, un humo azul
desde la chimenea a las estrellas
sube y sube. Y chispitas de colores
que incendiaran el aire cuando pasas.
Pensé también en una caja china
donde hubiese violetas diminutas
junto a la algarabía de los niños
al salir de estampida del colegio.
¿No sería ruidoso? Pues entonces,
¿qué darte, si me diste más que eso...?
Coge esta flor, acoge estas palabras.

 

Copyright © Fernando Ortiz

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